miércoles, 4 de diciembre de 2013

Celebrar diferencias=sinergizar

La sexualidad es un proceso que se construye a lo largo de la vida. Es un proyecto personal, pero al mismo tiempo involucra la interacción con las demás personas para alcanzar un nivel óptimo de la misma. Este aprendizaje lo relaciono directamente con el hábito de sinergizar, pues es imposible celebrar las diferencias y optimizar las relaciones cuando existe la discriminación y el desprecio, tal como vimos esta semana, en materia sexual. Creo firmemente en el respeto de todas las personas, pues solo así es posible el crecimiento mutuo, el beneficio de todos.
La sexualidad es un aspecto que compete a todo ser humano, es un tema que se vive día a día, en todas las sociedades, generando gran cantidad de opiniones, reacciones y sentimientos encontrados. “La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro”. El texto anterior, tomado del Catecismo de la Iglesia Católica, hace referencia a esa definición de sexualidad que trasciende lo físico, que se vive a un nivel emocional, y que consiste en la creación de relaciones positivas y duraderas que permitan el beneficio de ambas partes. Las diferencias no necesariamente deben ser compartidas o aceptadas, mas sí toleradas, respetadas para alcanzar un verdadero desarrollo.
Regresando a un plano más general de las relaciones humanas y cómo se pueden optimizar estas interacciones, es importante buscar soluciones que me beneficien tanto a mí como a las demás personas involucradas. Esta es una competencia urgente que debe desarrollarse en mi lugar de trabajo y en todos, ya que somos cientos los que, en teoría, trabajamos por un objetivo común: ayudar al cliente; sin embargo siempre existen esas personas que no están anuentes a los beneficios del trabajo colectivo y buscan utilizar su jerarquía para el éxito de unos pocos. Es necesario eliminar el pensamiento de beneficio propio, y empezar a considerar a las demás personas dentro de un crecimiento, donde todos pueden verse favorecidos. La necesidad anterior se ve plasmada cuando, por ejemplo, se ha determinado que la solución para un cliente es rebajar cierto monto de su factura, incluyendo a supervisores que no quieren participar del éxito mutuo, ya que el trabajo que tendrían que realizar excede al beneficio que obtendrían. Otro obstáculo que evita alcanzar la sinergia es el no recorrer la milla extra, al quedarse estático ante las situaciones de los demás y no buscar el trabajo en equipo, al no buscar caminos que lleven a todos a la efectividad, tal vez por diferencia de pensamiento, de valores, o en el peor de los casos por no querer dar un esfuerzo más.

Creo que mucho de lo que uno hace se ve reflejado en el trato que uno mismo recibe. Hay una ley básica de la vida, me comenta mi papá, dónde todo se devuelve, y más allá de preocuparse por lo que a uno le puede pasar, hay que buscar todas aquellas cosas buenas que yo pueda hacer por el simple hecho de agradar al otro, de ayudar al otro. Mi papá me dice que no existe mejor estrategia para alcanzar la sinergia que practicarla uno mismo, porque al final los beneficios que reciban las demás personas lo obtengo también yo, siempre que las cosas se hagan con las intenciones correctas. 

Referencias:
Iglesia Católica. (1992). "Hombre y Mujer Los Creó". En Catecismo de la Iglesia Católica (§2332). Librería Juan Pablo II.


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