La sexualidad es un proceso que se construye a
lo largo de la vida. Es un proyecto personal, pero al mismo tiempo involucra la
interacción con las demás personas para alcanzar un nivel óptimo de la misma. Este
aprendizaje lo relaciono directamente con el hábito de sinergizar, pues es
imposible celebrar las diferencias y optimizar las relaciones cuando existe la
discriminación y el desprecio, tal como vimos esta semana, en materia sexual. Creo
firmemente en el respeto de todas las personas, pues solo así es posible el
crecimiento mutuo, el beneficio de todos.
La sexualidad es un aspecto que compete a todo
ser humano, es un tema que se vive día a día, en todas las sociedades,
generando gran cantidad de opiniones, reacciones y sentimientos encontrados. “La
sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de
amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer
vínculos de comunión con otro”. El texto anterior, tomado del Catecismo de la
Iglesia Católica, hace referencia a esa definición de sexualidad que trasciende
lo físico, que se vive a un nivel emocional, y que consiste en la creación de
relaciones positivas y duraderas que permitan el beneficio de ambas partes. Las
diferencias no necesariamente deben ser compartidas o aceptadas, mas sí
toleradas, respetadas para alcanzar un verdadero desarrollo.
Regresando a un plano más general de las
relaciones humanas y cómo se pueden optimizar estas interacciones, es
importante buscar soluciones que me beneficien tanto a mí como a las demás
personas involucradas. Esta es una competencia urgente que debe desarrollarse
en mi lugar de trabajo y en todos, ya que somos cientos los que, en teoría, trabajamos por
un objetivo común: ayudar al cliente; sin embargo siempre existen esas personas
que no están anuentes a los beneficios del trabajo colectivo y buscan utilizar
su jerarquía para el éxito de unos pocos. Es necesario eliminar el pensamiento
de beneficio propio, y empezar a considerar a las demás personas dentro de un crecimiento,
donde todos pueden verse favorecidos. La necesidad anterior se ve plasmada
cuando, por ejemplo, se ha determinado que la solución para un cliente es
rebajar cierto monto de su factura, incluyendo a supervisores que no quieren
participar del éxito mutuo, ya que el trabajo que tendrían que realizar excede
al beneficio que obtendrían. Otro obstáculo que evita alcanzar la sinergia es
el no recorrer la milla extra, al quedarse estático ante las situaciones de los
demás y no buscar el trabajo en equipo, al no buscar caminos que lleven a todos
a la efectividad, tal vez por diferencia de pensamiento, de valores, o en el
peor de los casos por no querer dar un esfuerzo más.
Creo que mucho de lo que uno hace se ve
reflejado en el trato que uno mismo recibe. Hay una ley básica de la vida, me
comenta mi papá, dónde todo se devuelve, y más allá de preocuparse por lo que a
uno le puede pasar, hay que buscar todas aquellas cosas buenas que yo pueda
hacer por el simple hecho de agradar al otro, de ayudar al otro. Mi papá me dice que no existe mejor estrategia para alcanzar la sinergia que practicarla uno mismo,
porque al final los beneficios que reciban las demás personas lo obtengo
también yo, siempre que las cosas se hagan con las intenciones correctas.
Referencias:
Referencias:
Iglesia Católica. (1992).
"Hombre y Mujer Los Creó". En Catecismo de la Iglesia Católica
(§2332). Librería Juan Pablo II.
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