La planificación nunca ha sido una tarea
sencilla, especialmente cuando tenemos que sacrificar aquellas cosas que nos
gustan, pero que al final del día resultan no ser tan importantes. El uso
adecuado del tiempo es sin duda, un aspecto fundamental de la efectividad, pues
podemos enfocar todos nuestros esfuerzos en aquellas cosas que verdaderamente
valen la pena y contribuyen a nuestra misión, valores y metas de alta
prioridad. Día a día se nos presentan un sinnúmero de actividades y situaciones
que debemos clasificar como urgentes, no urgentes, importantes y no
importantes. La aparición de situaciones de crisis se sale de nuestro círculo
de control, así como todas aquellas cosas que suponen ser transcendentales
cuando no lo son. La efectividad descansa en la habilidad de planificar todo lo
que sea importante, para así evitar sobrecargar los cuadrantes I y III, encontrando
en medio de todas nuestras responsabilidades, un espacio para el ocio y recreo
personal. Todo esto lo logro identificar en mi vida universitaria, pues yo
escojo cuando realizar tareas y trabajos, y entre más lo postergue sin causa
justa, más sacrifico el tiempo con mi familia, con mis amigos, o el hacer las
cosas que me gustan.
Al intentar aplicar este tercer hábito, el
verdadero reto lo he encontrado en comprender que simplemente no es posible
hacerlo todo, hay que diferenciar las cosas que son realmente importantes de lo
que se debe posponer, bajo la consigna de que pasará a ser importante y apremiante
en corto tiempo; y la categoría de todo aquello que no vale la pena y por ende
se debe descartar. Usualmente es clara esta distinción, pero en ocasiones vivimos
en engaño y le damos importancia a cosas que no lo tienen, como correos electrónicos
que aparentan requerir atención inmediata, o simplemente cumplir con una petición
de un amigo o familiar. Sean Covey, en su libro los 7 Hábitos de los
Adolescentes Altamente Efectivos hace referencia a una frase de Bill Cosby que
me llamó poderosamente la atención: “No conozco la llave del éxito, pero la
llave del fracaso es intentar agradar a todos”. Covey afirma que para evitar la
reputación de querer complacer a todos, la falta de disciplina, sentir que uno
es la alfombra de los demás -productos de vivir en este tercer cuadrante-, es
necesario priorizar y hacer de la disciplina un hábito diario, para así quedar
bien ante las otras personas y con nosotros mismos. Nunca falta una oportunidad
en el trabajo donde nos piden un favor, que tenemos que aprender a rechazar si
interfiere con las actividades que ya tenemos planeadas, que nos impedirán
realizar esta petición con excelencia.
He identificado tres roles en vida: trabajador,
estudiante y miembro de familia. Cada uno presenta compromisos y metas muy
variadas, por lo que la correcta distribución del tiempo en estos aspectos es
fundamental. En el trabajo tengo responsabilidades claras, debo de llegar a
tiempo, mantenerme dentro de las métricas establecidas, cumplir con un código
de conducta y vestimenta, entre otros encargos. Ante esta realidad, planteo una
meta sencilla pero retadora, mantener números por encima del promedio, y así
ser efectivo en mi trabajo. En contraste, mi vida como estudiante y miembro de
familia presenta obligaciones irrenunciables, y que son indispensables para mi
desarrollo como persona. Hablo de mi relación con mi familia, por ejemplo, el tiempo
que paso con ellos, que para mí es una realidad por encima de todas las demás,
porque a diferencia del trabajo y la universidad, la familia no tiene un carácter
pasajero, y es sustento y energía para las demás actividades. Sin duda alguna,
en cada uno de estos roles es indispensable el trato cordial, el compañerismo,
el respeto y la honestidad, para así obtener el máximo beneficio y desempeño de
cada tarea.
Mi hermana me comentó que hay que tener una
verdad muy clara, y es lo que describía en los párrafos anteriores, no podemos
hacerlo todo, pero si manejamos bien nuestro tiempo, si separamos las cosas
importantes de todo lo demás, si dejamos de lado el ocio y actividades sin
sentido con miras en un bien mayor, podremos realizar un mayor número de
actividades significativas, con un verdadero propósito y contribución para
nuestra misión personal. La clave para esto, mencionaba Erika, es el transcurso
del tiempo, precisamente aprender de los errores, de aquello que no administré
bien, para obtener el máximo provecho en un futuro, para ser altamente efectivo
en una segunda ocasión.
Referencias:Covey, S. (2006) Los 7 Hábito de los Adolescentes Altamente Efectivos. México: Debolsillo
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